lunes, 30 de enero de 2023

Conocí a María del Himalaya, el Pablo de Tarso del S.XXI.

"Una enfermera abortista de Bilbao se encuentra con Jesús de Nazaret en Katmandú y se vuelve loca: por encontrar el amor incondicional que anhelaba desde joven. La Abby Johnson europea, pero mucho más. "estuve a punto de apostatar, perseguía a los cristianos, fui lo más anticlerical que se podía ser, profeminista, proaborto, prodivorcio, pro-bromas de todo lo que tuviese que ver con la Iglesia católica". Casi nada. "Estas manos que véis aquí, que ahora las ha lavado la Sangre del Cordero, hubo un tiempo que estuvieron manchadas de sangre de inocentes". Amaya Martínez Gómez, conocida como María de Himalaya, es una enfermera que vivió la experiencia de la misericordia de Dios con las Hermanas de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta en Nepal. Cuando se presenta ante un auditorio, María resume su vida anterior con cuatro aspectos: "estuve a punto de apostatar, perseguía a los cristianos, fui lo más anticlerical que se podía ser, profeminista, proaborto, prodivorcio, pro-bromas de todo lo que tuviese que ver con la Iglesia católica. Estas manos que véis aquí, que ahora las ha lavado la Sangre del Cordero, hubo un tiempo que estuvieron manchadas de sangre de inocentes".

  Amaya trabajaba en una clínica abortista. Su vida dio un vuelco con una llamada de teléfono. Al otro lado, un guía nepalí con el que ella había compartido un viaje por las montañas de Asia, le pedía ayuda. El terremoto que había asolado el país requería de personal sanitario, de complexión fuerte, para poder cargar con materiales médicos para atender a los heridos y damnificados. Ella llegó allí como budista: "Es más fácil creerte el budismo o el hinduismo que a Cristo". En esos momentos, el monzón les deja bloqueados en Katmandú, la capital de Nepal. Por eso, se dedica a conocer la zona. En cope.es explica María que se dedicó a visitar el templo crematorio donde los hinduistas y budistas quemaban en piras al aire libre a sus familiares. En esas idas y venidas, también escuchaba gemidos y llantos de una casa más pequeña. Se enteró de que allí sólo accedían las hermanas de Madre Teresa, que atendían a los más pobres de los pobres que estaban agonizando. "Yo de Madre Teresa no quería saber nada. La odiaba". No obstante, ellas fueron a su encuentro. En un cruce de calles, "el más caótico"- como recuerda - le agarraron del brazo y le decían que tenía que ir a un sitio. Lo hacían en inglés. Ella les insistió en que no tenía, ni quería, tener nada que ver con ellas. "Sin embargo, esa noche no podía dormir. 


 

Desperté a mi guía a las 4:30 de la mañana y le dije que teníamos que ir a "ese sitio". Al abrirle la puerta de la casa, le sorprendió la misma hermana que le había tomado del brazo y le dijo: "Ya era hora, ¿eh?". Al día siguiente, asistió a Misa con las nueve hermanitas en una capilla humilde. Sintió en su corazón que Jesús le hablaba: "Bienvenida a casa. Cuánto has tardado en amarme". Entonces, puso la frente en el suelo y se echó a llorar. Lloraba de amargura, pero también de felicidad: "Estaba experimentando la misericordia de Dios", sintió que le decía la gran Cruz al lado del altar. Estuvo así... ¡3 horas!, con las Hermanas de la Caridad rezando por ella a su lado. Se levantó siendo otra persona. El resto, solo lo puede contar ella. Hasta aquí la información de la web que os señalo AQUÍ. Y en este enlace aparece todo lo que yo escuché del testimonio emotivo y auténtico de María, ya no Amaya, en la parroquia del Sagrario en Granada, el 28 de enero de este año, 2023.


 

Impactada quedó toda la gente que abarrotaba esa preciosa iglesia y nadie quería irse, después de 2 horas, tal era la paz y la luz que transmitía la mirada y la la voz de María en aquel escenario inigualable.

Si tuviera que quedarme con una conclusión final es que todo el que escuche el testimonio de María y el proceso de su conversión y el análisis del infierno del aborto, como ella lo llama, que lo haga libre de prejuicios y de ideas  preconcebidas y con un corazón abierto al amor y a la compasión.

Resaltaría también unas palabras de ella... si una mujer escuchara el latido de su bebé y viera su formación en una radiografía 3D, el amor maternal lo salvaría de la muerte cruel a la que va a asistir. Y, por último, no juzgo -ni lo hace ella- a ninguna mujer que aborte, pero solo quiere que se informe, que lo medite y que nadie le engañe. Y también señaló que el 80 por ciento de las mujeres que trató, después del aborto, era como si hubiesen vivido una confusión en su alma y manifestaban dar marcha atrás cuando ya era demasiado tarde. Y en muchas de estas mujeres sus secuelas sicológicas y de culpa les impedían ser felices y necesitaban una labor de voluntariado con bebés para  poder consolar y alegrar sus corazones malheridos.